Apartamento en Atenas(edición DEBOLS!LLO, 2007), de Glenway Wescot (1901-1987) fue un éxito popular desde el año 1945, aunque su memoria pasó al olvido de la crítica literaria pocos años después, tal vez por la alargada sombra de su obra maestra El halcón peregrino.
En Apartamento en Atenas, su autor, miembro de la Generación Perdida, nos acerca al abismo psicológico de la familia Helianos, que tras perder en combate a su hijo mayor, se ve obligada a hospedar a un oficial nazi que ejercerá una tutela sádica y humillante sobre la ya desmembrada familia. La desestructuración de la familia es latente incluso antes de la llegada del oficial. El señor Helianos peca de un optimismo y comprensión ingenuos hacia el tendencioso huésped que son la soga que se va cerrando sobre su cuello; la señora Helianos es obesa y enferma del corazón y pierde los nervios ante problemas nimios tratando de olvidar así la desgracia mayor; el púber Alex es impetuoso y se deja llevar por el odio hacia los asesinos de su hermano; y la pequeña Leda sufre un retraso mental acentuado por la tensión de una ciudad ocupada y la falta de nutrición. Todos y cada uno de ellos se sienten huérfanos del malogrado Cimón, el hermano perdido, único componente de la familia digno de orgullo; cualidad que no se reconocen entre ellos. La línea argumental de la novela se traza a través de los desarrollos psicológicos del señor y la señora Helianos, con un respeto insano por parte de él hacia el oficial, y un pánico constante por lo que a ella respecta. Los demás personajes giran en torno a la percepción de estos dos. Las conductas consecuentes de cada giro en la trama son descritas con maestría y buen dominio de la economía lingüística. El estilo de Wescot lleva al lector a apropiarse de la extrema atención con la que se desenvuelven sus personajes, conscientes de que un paso en falso puede ser una fatalidad. La narración es coherente y conclusa, pero es cierto que esta misma historia es extrapolable a cualquier ciudad que haya sufrido la ocupación nacionalsocialista fuera de Alemania. En ningún momento, a excepción de alguna alusión melancólica a la Acrópolis como vestigio de una grandeza de la que ya han sido despojados, se describe ninguna característica urbana o social que distinga Atenas de cualquier otra ciudad. Así mismo, si el lector conoce Atenas, coincidirá conmigo en que el autor desconoce el carácter y la concepción vitales del griego de a pie. En algunos momentos, Wescot parece querer asociar ciertas conductas o predisposiciones a los personajes “como buenos griegos” que no sé si responden a algún tópico de la época ya desparecido. En fin, para mí es una buena novela a la que por su título le falta el ingrediente antropológico griego para ser obra maestra.
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