jueves, 29 de mayo de 2008

II del amor a la tierra donde uno nace

Hoy me presento adúltero ante ti, vida mía. Un día me llevaste ante el altar con tus mejores galas. Te juré amor eterno bajo una bandera de lino y mortaja, el luto de los vencedores. No me diste elección. Una mano que no fue la mía me acercó tu mentón, y al besarme no notaste que yo no te besaba. Mi camino estaba decidido. Hoy te miro y aún te quiero, pero sin nostalgia. Otras en el camino me ofrecieron la hospitalidad de sus sábanas, el calor de sus amaneceres, el aroma de sus cocinas. Yo te he llevado dentro y, pese a mi infidelidad, te he sido leal. Sin condiciones, he dormido en unas alcobas y despertado en otras. Te compartí allí donde me han abrigado, sin darme cuenta que tu también me estabas compartiendo, quisieras o no. Sin culpabilidad, no puedo ofrecerte lo que una parte de ti me pide. Comprende que si otra me llama, debo acudir como cuando me llamabas tu. No permitiré que cierres la puerta con llave, no soportaré los cantos ególatras de tu grandeza, aunque me hayas dado más que nadie. Yo te quiero,... pero a mi manera.

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