miércoles, 9 de julio de 2008

Blogomemorias de Kostas Vidas III-3

Viene de Blogomemorias de Kostas Vidas III-2

Dado que en Grecia siempre se me ha considerado español, y en España griego; que mi padre me ha considerado macedonio y mi madre manchego; que el estado griego me dio la nacionalidad griega y el español, la española... Dado que nadie me ha preguntado nunca mi opinión al respecto y a mí, por suerte, nunca me ha importado demasiado, describiré en este y el siguiente capítulo unos breves trazos de mi genealogía con la intención de seguir incordiando durante un rato al lector. Una de las razones por las que las banderas y los escudos me importan poco más que el serrín, por no empezar a utilizar términos escatológicos, es su origen. Querido lector, huye de aquel que te diga que sirven para unir o para identificarnos; está abducido. Las banderas y los escudos tienen su origen en sociedades y comunidades en las que la vida de la gente de a pie no valía un mísero suspiro. Por esos símbolos fecales, han impulsado, atemorizado y convencido a pasar por fuego y espada a generaciones de personas como tú y como yo. Dejando a un lado las razones históricas, allá donde he ido siempre he encontrado gentes de diverso calado, pero las mismas gentes en todas partes, ¿por qué debo entonces sentirme orgulloso de mi origen? Tan solo es una cuestión de suerte la geografía en la que se encuentra el coño materno que se presta de puerta al mundo. Dicho esto, porqué tenía la oportunidad y porqué me apetece, voy a pasar al tema de la saga paterna.

Mi abuelo fue, según mi padre Kostas Vidas II, Kostas Vidas I, que a su vez era hijo de Nicólas Vidas sin número. De este último, mi padre ha eludido siempre hablarme, parece ser que por alguna duda relacionada con la pureza de sangre de su abuela, que de haberlo reconocido tanto dolor podría haber causado en su alma y orgullo alejandrinos. A mí tía Magdalena Ortega se le escapó entre dientes que mi bisabuela era mora, pero mi madre la hizo callar a tiempo. Por “mora”, deduzco que se trataría de una mujer de origen turco, porqué para los españoles y el alto nivel cultural que dejaron cuarenta años de nacional catolicismo, moros lo son hasta los hindúes. Pese a todo, yo nunca he puesto en duda la pureza y genealogía de sangre de los Vidas ante mi padre porqué, aunque no tenga certeza sobre ellas, sí tenía y aún tengo certeza sobre la pureza y genealogía de sus bofetadas, que han dejado un lejano eco que vuelve a mi memoria cada vez que meto la pata en cualquier asunto. Así pues, anterior a Nikos Vidas, no me constan referencias. El apellido Vidas tampoco es común en Grecia, lo que me lleva pensar que mi bisabuelo también pudiera haber llevado sangre híbrida. “Vidas” se me antoja como la adopción de un alias en apellido. Vida en griego significa clavo o tachuela. Así que teniendo en cuenta que de mi abuelo y mi padre he heredado la susodicha desproporción craneal, se puede intuir que mi bisabuelo también se pudiera adjudicar el símil. Mi memoria consuetudinaria respecto a mis antepasados paternos se remonta por tanto hasta Nikos Vidas Sin Número que siempre mandó sobre Kostas Vidas I y su familia. A la muerte del viejo Nikos, fue el primer Kostas Vidas el que mando sobre Kostas Vidas II y su familia, hasta que el primero pasó a mejor vida cediéndole el bastón de mando a mi padre, quien nunca supo que hacer con él si no lo acompañaba de un sonoro sopapo. Por otro lado, dado que mi padre vivió en su infancia la guerra civil griega, mi abuelo ésta además de la segunda guerra mundial, y mi bisabuelo participó en la invasión de Creta, en la Primera Guerra Mundial y vio desde la vejez la segunda, quiero creer que por aritmética, a mí no me toca vivir ninguna. En todo caso, haré lo posible por evitarlo.

Una vez venido yo al mundo, el orgulloso Kostas Vidas II y la abnegada Dolores Ortega que empezaba a creer que nunca volvería a su tierra natal decidieron asentarse definitivamente en la vieja Creta. Mi padre encontró un trabajo de repartidor de licores, muchos de ellos de contrabando, que entraban por el viejo puerto de Candia, con el beneplácito de las familias dominantes. Buscaron una pequeña casa de dos plantas cuyo patio trasero servía de almacén clandestino y pasamos los siguientes años allí sin dejar de abrir la caravana-bar durante los veranos.

2 comentarios:

Ilaria dijo...

Que bello escribes mi amigo !!!
Sabes, no se si me animo a contar mi historia.
Tal vez si la adorno con algunas flores, la lean por el aroma...
Otra pequeña copa de vino a tu salud. G.

Martín dijo...

Ya estoy esperando el siguiente capítulo de estas blogomemorias. Me siento hermano de Kostas al oír hablar con tanto cariño de las patrias y las banderas, ¡cuántas voces han ahogado esos trapos!

Salut!