A raíz de la crisis española con
Gibraltar que, para enriquecer su fauna marina, ha colocado bloques de hormigón
y hierro en su fondo marino que dificultan la pesca de arrastre de, entre otros
muchos, los barcos españoles y que, dicho sea de paso, la colocación de esos
bloques es práctica generalizada en toda la costa española, conviene recapitular
un poco para no caer con facilidad en el afán nacionalista del gobierno.
Gibraltar es colonia británica a
todos los efectos desde 1713, tras la firma del Tratado de Utrecht, uno de los que
pone fin a la Guerra de Sucesión Española, por el que Felipe d’Anjou obtenía el
reconocimiento internacional como rey de España y de las Indias y el derecho a
aplicar el Decreto de Nueva Planta en el Reino de Aragón (absolución de fueros,
disolución del estado e instauración del derecho y administración castellanos)
que ya había impuesto en 1707 en el Reino de Valencia, preocupado como andaba
el hombre por el caso catalán. Cataluña luchaba de lado del archiduque Carlos,
rival de Felipe por el trono español, y aún resistía el asedio borbónico con el
apoyo de la reina Ana de Inglaterra y la ayuda de la Casa de Austria. La baza catalana
fue jugada en ventaja por Inglaterra que, a cambio de las concesiones
mencionadas, recibió Menorca y Gibraltar -éste a perpetuidad-. Además obtuvo el
derecho de navío y el asiento de negros (comercio de esclavos) durante casi
cuarenta años, rompiendo el monopolio español en esos destinos. Reclamar
Gibraltar para la Corona Española vulneraría un tratado -antiguo pero que aún
genera consecuencias- que legitimaría a las potencias europeas a apoyar, por
ejemplo, las aspiraciones de autodeterminación catalanas.
Pero las concesiones a
Inglaterra, principal beneficiaria de la Guerra de Sucesión Española, son sólo
una parte de las consecuencias del apoyo castellano al pretendiente francés. En
los acuerdos multilaterales de Utrecht y Rastatt, la Corona Española se ve
obligada a ceder Sicilia a la Casa de Saboya, la Colonia del Sacramento (en el
actual Uruguay) a Portugal, los Países Bajos Españoles, Milán, Nápoles, Flandes
y Cerdeña a la Casa de Austria. Casi nada. No soy amigo del derecho de
conquista -creo que los pueblos cuyos individuos sienten identificación con los mismos deben desarrollar y hacer valer su legitimidad-, pero ese mismo derecho
sirve para tocar los huevos a los nostálgicos del imperio donde no se ponía el
sol para proyectar la sombra del hambre y la miseria por todos sus territorios.
Ahora que Rajoy ya tiene su Perejil,
no iba a ser menos que Aznar -otra cosa es cómo va a salir del atolladero en el
que se ha metido sin que toda la política internacional se descojone de
nosotros-, pienso en los súbditos gibraltareños (nótese el uso del término
súbdito y no ciudadano, ya que su soberanía, al igual que la nuestra, reside en
una monarquía y no en un pueblo soberano) ante una supuesta cesión de Gibraltar
por parte de Inglaterra a España. Pienso en la cara de estupor de sus
trabajadores el día de la entrega, con un sueldo medio de 2100 euros y un 3,3%
de paro, frente a Cádiz, provincia con la que limita al norte, que se sostiene
con más de un 36% de paro y una renta per cápita bruta de 7006 euros al año
(datos de la página de la Diputación Provincial de Cádiz). Pero si el ser
humano es el único que tropieza dos veces con la misma piedra, el ser humano
español es el que se alegra de que otro ser humano tropiece con la misma piedra
con la que tropezó él antes.
Así que hablemos de españoles, a
ver si de ese modo despertamos un mínimo de empatía. Según ASTEG (Asociación
Sociocultural de los Trabajadores Españoles en Gibraltar) unos 10000 súbditos
(nótese el uso del término súbdito) españoles trabajan en Gibraltar; la mayoría
de ellos cruzan cada día la Verja (frontera) para realizar el trabajo que en
España se les niega. Cruzan la frontera, trabajan y vuelven a casa. Cobran en
libras lo que no pueden cobrar en euros; dinero que muchos de ellos gastarán en los comercios de los municipios y vecindarios en los que viven, enriqueciendo en cierta
medida también a España. ASTEG reconoce que los controles de entrada y salida
de la Verja impuestos por el ejecutivo español provocan retrasos y otras molestias
que están infundiendo a estos trabajadores y trabajadoras el miedo a perder su
puesto de trabajo. Hablamos de 10000 personas que encuentran la forma de sacar
adelante a sus familias y que tendrían que reubicarse económicamente en el Gibraltar
español de los recortes en sueldos, educación y sanidad. La mayoría acabarían
asimilados en el porcentaje de paro gaditano. Cada día se levantarían con el
miedo a ser despedidos para ser contratados -en caso de tener suerte- por la
mitad del sueldo que cobraban antes. Escucharían horrorizados las propuestas de
la patronal española de legalizar contratos de prácticas de 250 euros al mes
para parados de larga duración, del derecho a reconvertir contratos indefinidos
de jornada completa en contratos a tiempo parcial. Gibraltar español sería el
paraíso, la pera limonera, vamos.
Dejando a un lado razones
históricas y teniendo en cuenta las familias, españolas o gibraltareñas, que
tienen la oportunidad de salir adelante, a diferencia de tantas otras al norte
o al sur de su geografía y completamente seguro de que esta crisis no es más
que una cortina de humo de los puros de la incompetencia que se fuma el
ejecutivo español, espero que Gibraltar siga siendo británico por muchos años.
Al menos, hasta que aprendamos a solucionar nuestros propios problemas, que no
son pocos, y seamos capaces de crear una calidad de vida que a los propios
gibraltareños les haga desear la soberanía compartida. Suena utópico, ¿verdad?
Kostas Vidas
2 comentarios:
Efectiviwonder, sabio Kostas (Manuela aka Mar la)
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